IGLESIA BAUTISTA | VIDANUEVA

Sirviendo en nuestra comunidad hispana

Cada día en la Palabra
En este espacio encontraras cada día, un devocional de la Palabra de Dios, en el cual podrás encontrar fortaleza y esperanza para tu diario vivir!
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aqui te ofrecemos otros devocionales pasados:
Jesús, nuestra Roca
Leer | Malaquías 3.6
Las personas dicen, a veces: “Lo único constante es el cambio”. Felizmente, esto no es verdad. Hay Uno que jamás cambia: Jesucristo seguirá siendo el mismo siempre. ¡Qué verdad tan esperanzadora! Pero es difícil encontrar refugio en alguien que no conocemos bien. Por tanto, veamos las acciones de Jesús para saber más de su naturaleza.
Perdonó a otros. Mostró misericordia, no condenación, a quienes se arrepintieron. Por ejemplo, tuvo compasión de la mujer sorprendida en adulterio, e impidió que la apedrearan. En vez de condenarla, le dijo que sus pecados habían sido perdonados (Jn 8.1-11).
Consoló a los afligidos. Visitó a Marta y a María cuando lloraban la muerte de su hermano, Lázaro (Jn 11.1-45).
Suplió necesidades. Después de pasar tres días sanando toda clase de dolencias, se preocupó por una multitud de personas que no había comido. Él pudo haber enviado a las 4.000 personas a buscar su propia comida, pero prefirió proveerles de lo que necesitaban para saciar su hambre (Mr 8.1-9).
Intercedió por Sus discípulos. Pocas horas antes de ser crucificado, le pidió al Padre que protegiera y santificara a sus seguidores, entre ellos a usted y a mí (Jn 17.15-17, 19, 20).
Fortaleció a los creyentes y les dio poder para hacer la obra de Dios. En Hechos 1.8, el Señor envió a sus discípulos a anunciar el evangelio, asegurándoles: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”.
El Señor Jesús sigue perdonando, consolando, proveyendo, intercediendo e impartiendo poder.
La base de una fe constante
Leer | Hebreos 13.8
En nuestro mundo en contaste cambio, las familias se mudan, los amigos se apartan, las lealtades cambian y la tecnología avanza. Por eso, si buscamos seguridad en las personas o en las posesiones materiales, seremos decepcionados.
Pero todos necesitamos saber adónde dirigir la mirada durante las tormentas de la vida. El ancla verdadera para nuestra alma es Jesucristo, quien nos asegura la Palabra que no cambiará. Para encontrar consuelo en el Señor, debemos aprender quién es, qué hace y cómo obra. Hoy veremos algunos detalles sobre su vida y carácter.
Juan 1.1 dice que Jesús siempre ha sido Dios. Como verdadero Dios y verdadero hombre, nació de una virgen, vivió 33 años en la tierra, fue crucificado a pesar de ser inocente, y resucitó después de tres días. Él es el Camino, la Verdad y la Vida —el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Jn 14.6; Mt 16.16, 17). Al igual que nosotros, Jesús tiene sentimientos —lloró por las personas afligidas y se enojó cuando los líderes religiosos usaron incorrectamente el templo. Y, lo más importante, su resurrección derrotó a la muerte, y Él sigue vivo hoy.
El carácter de Dios nunca cambia. Por supuesto, las situaciones cambian, y Él actúa como corresponde a las mismas. Pero el misericordioso, compasivo y santo Jesús que conocemos en la Biblia es el mismo Mesías al cual podemos aferrarnos hoy.
¿Adónde acudes en tus momentos de apuro? Las circunstancias difíciles son inevitables. Prepárate para ellas sabiendo quién es el Señor Jesús. Él es el único refugio verdadero y la roca que nunca cambiará. ¡Qué Salvador tan maravilloso tenemos!
Las decisiones que llevan al contentamiento
Leer | Romanos 8.28-39
Piensa en una circunstancia de tu vida que te gustaría cambiar si pudieras. ¿Te sientes frustrado? ¿Preocupado? ¿Enojado? Para experimentar la libertad que proviene del contentamiento —ya sea una dificultad o un deseo insatisfecho— tienes que aceptar la situación como si ha sido permitida por Dios, aunque Él no la haya causado.
En estas situaciones, mi oración normalmente es: “Señor, elijo aceptar esto como si viniera de ti. No importa lo que vea, elijo mirarte a ti”. Entonces puedo descansar en su omnipotencia y en el conocimiento de que soy hijo del Dios vivo. En vez de sentirme como víctima de mi circunstancia, indefenso y sin esperanza, sé que estoy siendo cuidado y guiado por mi Padre celestial soberano en todo lo que pueda venir.
La segunda decisión crucial es el sometimiento total. Esto no significa acercarse a Dios hipócritamente, y decirle: “¡Bueno, Señor, solo quiero darte las gracias por esto! Todo es tan dulce, Jesús”. No, no lo es. Se sincero y díle: “Esto es doloroso, y no me gusta. Pero elijo someterme a ti porque eres misericordioso y digno de confianza. Estoy dispuesto a perseverar hasta que logres en mí lo que quieras. Elijo depender de tu poder para todo lo que necesite”. Si tomas esta decisión y te ciñes a ella, tus temores perderán su poder.
Decide creer en Romanos 8.28. Si lo haces, podrás encomendarte al Señor sabiendo que Él quiere lo mejor para ti, que te cuidará y nunca se apartará de su lado. Si aceptas estas verdades, no tendrás razón para temer.
La dependencia de la Fuente
Leer | Jeremías 2.13
Para quienes creemos en Jesús, el contentamiento debe estar gobernado por una actitud interior y por las decisiones que tomemos, no por las circunstancias externas. Pablo lo había aprendido, y por eso era capaz de tener gozo y paz en cualquier tipo de situación —tanto si estaba rodeado de amigos o aislado en una prisión romana; tanto en abundancia como en gran necesidad.
El apóstol entendía lo que significaba vivir en Cristo, y tener a Cristo viviendo en él (Jn 15.1-9; Gá 5.22, 23). Había tomado la sencilla pero profunda decisión de hacer depender su vida del Señor; como resultado, tenía la tranquila seguridad de que lo que poseía en su interior nunca podría serle robado. Estaba confiado en su identidad como hijo de Dios, con pleno acceso a la vida abundante que Jesús ofrece.
Quiero invitarte esta semana —cuando algo amenace con robarte tu contentamiento— que elijas depender de Dios; decide dejar de depender de otras fuentes y de tratar de tener el control. Cuando te dés cuenta de que algo te está poniendo nervioso, ansioso o enojado, di: “Señor, tú eres mi fuente, y dependo de ti para ser amable. Dependo de ti para que me des el perdón que necesito brindar en este momento. Dependo de ti para el amor que necesito expresar”. Esta decisión es un asunto de sencilla confianza.
Observa cómo Dios aquietará tu espíritu y te dará confianza cuando dependas de Él solamente. te sorprenderá tu propia actitud; cuando tu respuesta sea interna —no superficial— el Señor Jesús te dará la capacidad para responder como Él lo haría.
Moldeados por el Maestro
Leer | Jeremías 18.1-6
En el pasaje bíblico de hoy, Dios nos enseña acerca de su relación con sus hijos. Dice que Él hará con nosotros lo que hace un alfarero cuando trabaja con arcilla; y que, al igual que la arcilla, estamos en sus manos.
Dios nos trata de dos maneras. Primero, nos moldea a imagen de su Hijo Jesucristo. Segundo, nos moldea para que colaboremos en la edificación de su reino. Nuestra parte, como la arcilla, es someternos a su propósito. Como el Alfarero, Él puede quitar algo de nuestra vida, acelerar el ritmo hasta que nos sintamos fuera de control o rehacer drásticamente nuestra manera de vivir para que vayamos en una dirección distinta. Nuestra responsabilidad es aceptar cualquier cambio del Maestro Alfarero.
Podemos hacer esto con confianza, porque estamos en las manos de Dios. La Biblia las describe como:
• Manos creativas cuyo experto trabajo se ve en la naturaleza.
• Manos llenas de justicia.
• Las manos que dan y quitan vida.
• Manos fuertes y poderosas que rescataron a Israel de Egipto, y a nosotros de la esclavitud del pecado.
• Manos que nos protegen.
• Manos que fueron perforadas para que pudiéramos ser hechos nuevos.
Cuando pensamos en que somos arcilla en las manos del Alfarero, y en las diferentes formas que Él trata con nosotros, podemos descansar sabiendo que “en sus manos” es exactamente el lugar en que queremos estar.
Nuestro Padre bueno y poderoso
Leer | 2 Crónicas 20.1-4
19 de junio de 2015
Todo el mundo enfrenta retos en la vida. Ya sea que nuestras luchas tengan que ver con dinero, trabajo, relaciones interpersonales o salud, podemos estar seguros de que nadie está exento de ellas. Por fortuna, servimos a un Dios que está interesado en nuestros problemas, y que es capaz de encargarse de ellos.
Cuando los problemas amenazan, la oración debe ser el primer paso. Josafat, el rey de Judá, enfrentó un reto enorme. Tres tribus diferentes —moabitas, amonitas y meunitas— le hicieron la guerra simultáneamente. La mayoría de los líderes se habrían derrumbado bajo una presión así, o al menos tomado medidas drásticas, pero Josafat era un líder sabio. Aunque tenía temor, no se lanzó contra sus enemigos. En vez de eso, “decidió consultar al SEÑOR” y proclamó un ayuno en todo el país (2 Cr 20.1-3 ).
Josafat sabía también que Dios, quien era más poderoso que cualquier problema terrenal, había hecho cosas milagrosas a favor de Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y David. Ese mismo Dios también lo ayudaría a él en su momento de necesidad. Nunca debemos subestimar el interés del Señor por nuestros asuntos. Él ayudó a nuestros antepasados bíblicos, y puede —y podrá— ayudar a sus hijos hoy.
Es fácil pensar que nuestros problemas no son importantes a los ojos de Dios, pero Él no lo ve así en absoluto. Lo que nos concierne a nosotros le concierne a Él. Si nosotros, al igual que Josafat, acudimos al Señor y proclamamos su poder, Él intervendrá. Y no importa cuán grandes sean nuestros problemas, Dios es más grande.
Ten en claro lo que crees
Leer | 1 Pedro 3.13-16
18 de junio de 2015
Aunque hablar de nuestra fe con los demás es importante, hacerlo no siempre es fácil. Algunas personas afirman que lo que creen no es importante. De hecho, algunos hasta niegan la existencia de Dios. Pero nuestras convicciones son importantes, pues son la base de nuestro carácter, conducta y decisiones.
Por ejemplo, una persona que llega a la conclusión de que ni Dios ni la eternidad existen, vivirá para el momento. En cambio, alguien que tiene fe en el Señor y cree en su promesa del cielo, tendrá un estilo de vida y un propósito totalmente diferentes.
Tener claro lo que creemos es esencial —ante todo, porque nuestra salvación depende de ello. En Juan 8.24, Jesús hizo una profunda declaración en cuanto a este tema: “Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”. La Biblia es clara en cuanto a que todos hemos pecado, y que por naturaleza estamos separados de Dios (Ro 3.23). El castigo por el pecado es la muerte, que es la separación eterna de Dios. Pero el Padre, por su amor y su misericordia, envió a su Hijo para morir en nuestro lugar. Como resultado, toda persona que cree en Jesús es perdonada y recibe el regalo de la salvación.
Los creyentes estamos llamados a compartir las buenas nuevas de salvación, pero la hostilidad del mundo puede atemorizarnos. El pasaje de hoy nos anima a no tener miedo. Hablar a otros de Jesús no exige palabras altisonantes o citas bíblicas largas. Simplemente, esta listo con una respuesta si alguien te pregunta acerca de la esperanza que hay en ti (1 P 3.15).
Dios mueve los cielos y la tierra
Leer | Hebreos 12.25-29
17 de junio de 2015
Dios quiere que estemos conscientes de su presencia, y de que sacudirá nuestro mundo —literal y metafóricamente— para que eso suceda.
El Antiguo Testamento registra que, para captar la atención de la gente, el Señor movió cielo y tierra. El monte Sinaí tembló antes de que Moisés recibiera los Diez Mandamientos (Éx 19.18, 19). Dios también le dijo a Judá que estremecería cielo y tierra, volcando reinos, ejércitos y naciones (Hag 2.20-22).
Dios hizo lo mismo en los tiempos del Nuevo Testamento. En la crucifixión, un terremoto indicó la destrucción de la antigua manera de vivir, y el establecimiento de un nuevo pacto (Mt 27.51). Poco después, un grupo de creyentes fue lleno del Espíritu Santo, y la tierra tembló de nuevo (Hch 4.31).
Pero la agitación geológica y de la sociedad no es simplemente un procedimiento del pasado. Dios sigue haciendo temblar al mundo hoy. Todas las naciones de la tierra “tiemblan” por su preocupación por el medio ambiente, la salud, el hambre y los conflictos políticos. Sin embargo, los problemas actuales parecerán leves en comparación con los desastres y las epidemias que tendrán lugar durante la tribulación (Ap 6). En ese tiempo, se desatará todo tipo de juicios sobre la Tierra para llamar la atención de la gente.
Dios está enviando un mensaje al mundo: La humanidad no es quien lleva las riendas. Porque nos ama, nuestro Padre eliminará todo aquello en que hayamos puesto nuestra confianza fuera de Él, hasta que finalmente solo busquemos la seguridad en nuestro Señor.
Razones para asumir riesgos
Leer | Josué 1.6-9
16 de junio de 2015
En el primer capítulo de Josué, Dios ofrece las palabras de ánimo más famosas de toda la Biblia. Moisés acababa de morir, y ahora su sucesor había sido llamado a llevar a la nación de Israel a la Tierra Prometida —una acción militar que implicaría un gran riesgo. Josué, sin duda, estaba inquieto por la perspectiva de enfrentarse a un poderoso ejército enemigo. Por tanto, el Señor le dio palabras de aliento que todavía resultan válidas para nosotros hoy.
¿Qué habría pasado si Josué se hubiera negado a aceptar esta intimidante tarea? Lo más probable es que la nación de Israel habría languidecido en el desierto. Afortunadamente, este líder era un hombre de mucha fe y valor, y asumió con valentía la causa de Dios.
Al igual que Josué, nosotros enfrentamos obstáculos cada día. Sin embargo, es en medio de la adversidad que Dios refina nuestra fe (Stg 1.2-4). Cuando nos negamos a obedecer al Señor, los resultados son devastadores para nuestro crecimiento espiritual:
• Impedirá que nos convirtamos en las personas que Dios quiere que seamos.
• Limitará nuestra utilidad para el Señor.
• Viviremos dispuestos a justificar la desobediencia.
• Seremos gobernados por el temor en vez de la fe.
• Perderemos recompensas en el cielo, y además bendiciones en la Tierra.
¿Estás de alguna manera, rechazando el llamado de Dios? El Señor es digno de confianza. Sea cual sea el plan de acción que Él tenga para ti, ten la confianza de que el Señor te dará la victoria.
Confiar en el Dios de amor
Leer | Hebreos 8.6-13
15 de junio de 2015
Confiar en Dios es un principio fundamental en la vida cristiana. Tenemos que aceptar que Dios es perfecto en amor, infinito en sabiduría y soberano en control. No entendemos estas verdades en el momento de la salvación; pero las aprendemos con el tiempo. Sin embargo, de lo que la mayoría de nosotros parece dudar es del amor que Dios nos tiene. Pero la Biblia nos da tres pruebas en las cuales podemos confiar cuando nuestra seguridad comience a flaquear.
El amor es su carácter—La naturaleza intrínseca de Dios es el amor (l Jn 4.8). La Biblia también nos dice que Dios es luz, y que no hay tinieblas en Él (1.5). En otras palabras, Él es perfecto y nunca tratará mal a sus hijos.
El amor en el Calvario—La muerte expiatoria del Señor Jesús en la cruz por nuestros pecados ofrece evidencia irrefutable del amor divino. El amor del Padre por la humanidad se reveló cuando dio a su Hijo para que muriera en nuestro lugar.
El amor en el pacto—Dios se ha comprometido a hacernos sus herederos (Tito 3.5-7). Sabemos que cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador, nos convertimos en hijos de Dios. Nos ve como somos —unos pequeñitos que estamos aprendiendo a conducirnos en nuestro breve hogar terrenal.
Como creyentes que estamos en constante crecimiento, no podemos confiar en Dios si dudamos de su amor por nosotros. Afortunadamente, tenemos estas evidencias maravillosas. La naturaleza intrínseca del Padre celestial es amar, lo que Él demostró en la cruz y sigue haciendo al adoptarnos como sus hijos.
En los momentos de prueba
Leer | Génesis 50.18-21
12 de junio de 2015
Si alguien tuvo muchas oportunidades para estar amargado por las pruebas de la vida, ese fue José. Sus hermanos lo trataban con desprecio, aun antes de que lo arrojaran a un pozo. Después, fue vendido como esclavo, llevado a un país extranjero, culpado de un delito que no cometió, y enviado a una cárcel —todo eso dentro de un período relativamente corto de tiempo. Pero, a pesar de las muchas injusticias que sufrió, se convirtió en un hombre con una celosa ética de trabajo y un espíritu afable.
Es casi imposible entender cómo podía José ser tan perdonador, pacífico e incluso gozoso. Su secreto para mantener la afabilidad bajo presión era su mirada constante en Dios. Debió haber pasado muchas horas recordando las historias de Jacob en cuanto a la fidelidad del Señor para con su familia, y también las revelaciones divinas sobre su futuro como líder (Gn 37.8, 9).
Imagina en qué clase de hombre podía haberse convertido José después de trece años de sufrimientos e injusticias. Si se hubiera detenido a pensar todo el tiempo en sus injustas circunstancias, probablemente se habría vuelto cínico y vengativo. Con una mente llena de planes de escape y de maneras de vengarse, podía no haber sido un buen trabajador.
Con sus ojos espirituales preparados para ver la gloria de Dios, José perseveró en sus grandes pruebas. Al final, tuvo el poder para castigar a sus hermanos por su traición, pero eligió perdonar. Esa decisión probablemente no fue fácil. Sin embargo, porque José se puso bajo la protección de Dios, su corazón estaba libre de resentimiento.
Cómo conectarse adecuadamente
Leer | Deuteronomio 4.6, 7
11 de junio de 2015
Todo el mundo conoce la tragedia de familias desintegradas, y de la discordia doméstica resultante. La conducta inmoral y rebelde de algunos adolescentes, e incluso de algunos padres, es deplorable. Sin embargo, debemos recordar que para muchos de ellos la falta del afecto normal que debe caracterizar a todos los hogares fue un factor que los marcó profundamente. Por desgracia, son muchos los hogares que carecen de un padre que sepa cómo expresar amor y apoyo.
Lo vemos en la Biblia con padres como David, que parecían no tener plena conciencia de cómo fomentar fuertes relaciones emocionales con sus hijos. Esta capacidad es vital si queremos mantener conectadas y saludables a nuestras familias. Y es aun más importante, ya que tenemos el deber de mostrar el carácter de Dios a nuestros hijos. Si papá es percibido como un padre que humilla, o es pasivo y distante, ¿es extraño que los hijos no quieran tener nada que ver con el Padre celestial?
Es posible que los padres no se sientan preparados de manera natural para solucionar este problema, pero pueden comenzar con palabras sencillas de aprecio, tales como: “Te quiero” o “Has hecho un buen trabajo”. A veces, el amor se expresa sólo pasando tiempo con nuestros hijos, y haciendo cosas con ellos o para ellos. Y no olvides el afecto físico. En algunos casos, un abrazo o un brazo alrededor del hombro abrirán el corazón de un hijo con más rapidez que cualquier otra cosa. Descubre lo que funcione mejor para cada uno de tus hijos, y demuéstrales que les amas —eso podría ser crucial para sus vidas.
Cómo mantener una mente clara
Leer | Romanos 12.1, 2
10 de junio de 2015
La mente humana es una creación de Dios maravillosa. Nada en el mundo puede compararse con sus capacidades o su creatividad. Controla nuestros sentimientos, pensamientos, palabras, actitudes y conducta. Lo que llegamos a ser y lo que logramos, se debe en gran parte a la manera que pensamos. ¿No tendría sentido dejar que Aquél que nos creó guíe nuestro razonamiento?
Una mente clara es la que está en armonía con la Palabra de Dios, y controlada por su Espíritu. Cuando el Señor tiene autoridad sobre nuestros pensamientos, el discernimiento guardará nuestra perspectiva. Él nos capacita para mirar más allá de lo evidente y para ver las situaciones como son en realidad. Podemos distinguir no solo entre lo bueno y lo malo, sino también entre lo bueno y lo mejor. El Señor nos ha concedido la capacidad de pensar acertadamente, no importa los desafíos que podamos enfrentar.
Pero esa clara y enfocada manera de pensar debe ser adoptada adrede y mantenida celosamente. Si no batallamos contra la influencia del mundo, pronto tendremos una mente fragmentada, incapaz de centrarse en las cosas espirituales, ya que está llena y atascada con pensamientos y preocupaciones mundanas. Tenemos que examinar cuidadosamente lo que permitimos que entre a nuestra mente.
Una mente renovada comienza con la entrega al Señor. Hasta que no le dés autoridad total sobre tus pensamientos, no tendrás ningún poder para limpiar el desorden que te impide vivir dentro de la voluntad de Él. Pero si te rindes al Señor y llenas tu mente con su Palabra, Él transformará tu vida.
La mente de Cristo
Leer | 1 Corintios 2.12-16
9 de junio de 2015
La mejor vida que puedes vivir es la vida que tu Creador diseñó para ti. El Señor nos ha dado a los creyentes todo lo que necesitamos para ser más semejantes a Él, y para alcanzar todo lo que ha previsto para nosotros. Puesto que la manera como pensamos es de vital importancia, el Señor nos ha dado la mente de Cristo. Ahora tenemos la capacidad de pensar como Él lo hace y de ver las situaciones desde su perspectiva.
Esta maravillosa capacidad de ajustar nuestros pensamientos a los de Él es un don que recibimos de Dios en el momento de ser salvos. Sin embargo, la práctica de este don es nuestra responsabilidad. Todos venimos a Cristo con una mente “preprogramada” en cierto grado. Por ejemplo, un niño que crezca oyendo comentarios degradantes, probablemente los incorporará a su concepto de quién es él y de lo que puede lograr en la vida. También, el mundo intenta constantemente de ajustarnos a su manera de ser y Satanás trata de inyectar sus mentiras en nuestro pensamiento.
Si queremos experimentar la vida que el Señor quiere que tengamos, tenemos que reemplazar con la verdad los viejos pensamientos que no están de acuerdo con la Palabra de Dios. Debemos, entonces, filtrar las ideas que nos bombardean cada día para que nuestra vida sea transformada.
Compara tus actitudes, convicciones y pensamientos con las enseñanzas bíblicas. Si no coinciden, recházalas, y en lugar de eso llena tu mente con las verdades de la Palabra. Puesto que el Señor nos ha facultado para pensar correctamente, cultivemos la mente de Cristo en nosotros.
Fortaleza para afrontar las pruebas
Leer | 2 Corintios 1.8-11
26 de mayo de 2015
“En cada vida debe caer un poco de lluvia”. Así dice un antiguo dicho familiar sobre la inevitabilidad de las adversidades. Pero ¿y si la lluvia se convierte en un torrencial aguacero —un problema en la vida que requiere una fortaleza más allá de lo humanamente posible? El apóstol Pablo se refiere a esta situación en su carta a los Corintios. Escribió sobre una aflicción que abrumaba tanto su corazón y su cuerpo que no esperaba sobrevivir.
La perspectiva de Pablo en cuanto a su problema sigue vigente hoy: “Para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios, que . . . seguirá librándonos” (2 Co 1.9, 10). La fortaleza que necesitamos durante las pruebas es posible por medio de Jesucristo, cuyo poder sobrenatural fluye por la mente, el cuerpo y el espíritu de todo creyente.
Cuando alguien recibe al Señor Jesús como su Salvador, su Espíritu viene a vivir dentro del nuevo creyente (Jn 14.17). Como resultado de esta “morada interior”, el poder que Cristo demostró estando en la Tierra abunda en quienes invocan ahora su ayuda. Pero, para tener acceso a su poder sobrenatural, tenemos que confiar en su promesa de darnos lo que nos haga falta cuando lo necesitemos (Fil 4.19). Mientras tratemos de arreglárnoslas utilizando nuestras habilidades, impediremos que su Espíritu libere la ayuda divina.
El poder de Jesucristo se libera en nuestra vida cuando reconocemos nuestra impotencia. El efecto es inmediato. Tan pronto como nos rendimos al Señor, su poder comienza a trabajar en nuestro interior para que podamos soportar las dificultades, conservando al mismo tiempo nuestro gozo y nuestra paz.
Nuestra responsabilidad de descansar en Dios
Leer | Salmo 37.1-8
25 de mayo de 2015
El pasaje de hoy promete, “[Jehová] te concederá las peticiones de tu corazón” (v. 4). Pero también menciona tres requisitos para esa promesa: tenemos que deleitarnos en el Señor, debemos confiar en su plan y necesitamos descansar en Él. Descansar en el Señor es una de las tareas más difíciles que debemos acometer.
Descansar puede parecer fácil, pero requiere confianza sobrenatural, ya que por nuestra debilidad humana, tenemos la tendencia a inquietarnos. La ansiedad quita de nuestra mente el gozo y la confianza en el Señor. Los tres requisitos están relacionados entre sí. Debemos pasar tiempo con Dios para aprender a confiar en Él y encomendarle nuestro camino; y entonces, descansar y deleitarnos realmente en Él.
Esperar con paciencia que el Señor actúe es una de las pruebas más difíciles de nuestra madurez espiritual. Cuanto más fuerte es nuestro deseo, más corto es nuestra mecha para que se produzca el estallido. A veces, queremos desesperadamente darle a Dios un cronograma, pero el descanso inquebrantable se encuentra solo en su agenda. Solamente Él entiende cada circunstancia y conoce el momento preciso cuando su respuesta a nuestra oración producirá el máximo beneficio. Corremos el riesgo de cosechar frustraciones, pérdidas y dolor cada vez que nos adelantamos a su divino plan.
Antes de levantarte de la cama cada día, ora de la siguiente manera: Padre, quiero darte gracias por concederme los deseos de mi corazón. Hoy, voy a deleitarme en ti, encomendarlo todo a ti y a descansar en el conocimiento de que tienes todo bajo control.
Cómo superar el temor
Leer | Filipenses 4.6
21 de mayo de 2015
La ansiedad no solamente es una sensación incómoda; también tiene consecuencias negativas. Por ejemplo, el razonamiento se nubla cuando es invadido por la inquietud. Por eso, una persona ansiosa tendrá problemas para tomar decisiones sabias. El temor al fracaso puede también llevar a postergar la realización de las cosas, o a la falta de productividad. Los temores pueden ser devastadores para el crecimiento personal y espiritual, las relaciones y el trabajo.
Por tanto, vencer el temor es importante, y para ello hay que . . .
1. Identificar el temor. Hazte estas preguntas: ¿Cuáles son las circunstancias que rodean mis sentimientos? ¿Qué los provocó?
2. Acudir al Señor. Recuerda que Dios te ama, y desea tener una relación cercana contigo. Él tiene el control soberano de tu situación; por tanto, trae a Él tu temor.
3. Medita en pasajes como Mateo 10.31 y Proverbios 1.33. Deja que la verdad de Dios reemplace cualquier pensamiento negativo.
4. Aférrate al Padre celestial. Quita tu enfoque de tus circunstancias, y mira a Aquél que promete tu ayuda. La Biblia nos dice: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Is 41.10).
Las circunstancias son externas y, por lo general, van más allá de nuestro control. Pero la manera en que respondemos se origina dentro de nuestro ser. Es asombroso cómo los temores disminuyen en la presencia del Padre celestial.
Cómo entender la ansiedad
Leer | 2 Timoteo 1.7
20 de mayo de 2015
Por medio de la palabra, el Señor nos da evidencias de que muchas personas sufrieron de ansiedad —incluso los considerados pilares de la fe. Por ejemplo, podemos deducir que el apóstol Pablo debió haber sentido temor, puesto que Dios le dijo: “No tengas miedo; sigue hablando” (Hch 18. 9).
El hecho de que el temor sea común no significa que proceda de Dios (2 Ti 1.7). Por supuesto, ciertas situaciones —como oír un ruido ensordecedor cuando estamos solos— provocarán una respuesta de temor. Pero el Señor no quiere que vivamos con una ansiedadpermanente.
Entre las preocupaciones normales están el miedo a la muerte, pobreza, enfermedad, vejez, crítica y pérdida de un ser querido. ¿Por qué nos resulta tan difícil dar por terminadas nuestras ansiedades, aunque el Señor dice: “No temáis” (Lc 12. 7)? Porque la ansiedad puede estar arraigada profundamente en nuestra manera de pensar. A veces, ella se deriva de sentimientos de insuficiencia, de culpa, o de una percepción equivocada en cuanto a Dios. No es raro que la inseguridad en la infancia se convierta en falta de confianza más tarde en la vida. Las experiencias del pasado pueden ser otro factor. Por ejemplo, una persona que ha perdido a uno de sus padres en un accidente vial, probablemente sea más propenso a padecer de ansiedad.
Pero, no importa la causa, la ansiedad quitará nuestra mirada de nuestro omnipotente y misericordioso Padre celestial, para centrar nuestra atención en nuestras circunstancias. Por eso, no es de extrañar que el Señor nos recuerde constantemente que no debemos temer. Él quiere que sus hijos se sientan seguros en su poder y en su fidelidad.
Una seguridad bienaventurada
Leer | 1 Juan 5.10-13
19 de mayo de 2015
En términos de salvación, todos caemos en una de cuatro categorías:
a) Somos salvos y lo sabemos. b)Creemos que somos salvos, pero no lo somos. c) No pretendemos ser salvos. d) No somos salvos, pero quisiéramos serlo.
¿En qué categoría te encuentras tu? La salvación es la redención de Dios del creyente —por medio de Jesucristo— de todas las consecuencias del pecado. Es la obra de Dios en el corazón humano, y está acompañada por todos los beneficios que Él nos concede ahora mismo y por la eternidad.
Necesitamos saber más allá de toda sombra de duda dónde pasaremos la eternidad. Esta certeza está al alcance de cada uno de nosotros. ¿Tienes esa clase de seguridad? Si no estás seguro de que tienes la salvación eterna, te invito a tomar esta importantísima decisión ahora mismo.
Primero, esta consciente de que Dios desea salvar a todos (1 Ti 2.4), y también ha provisto el medio de la salvación, por medio de su Hijo (Jn 3.16). Él nos ha dicho que debemos creer en Jesucristo (Hch 16.31), y debemos confesar al Señor delante de los hombres (Ro 10.10).
Nuestro Padre celestial es fiel para cumplir sus promesas. Si tu pones tu fe en Jesucristo como tu Salvador personal, Él te salvará de tu pecado y te dará la bienvenida en su familia (Jn 1.12). La vida eterna será tuya. Él ofrece este regalo de pura gracia a todos los que crean en su Hijo. ¿Lo aceptarás tu?
Ajustarse al plan del Señor
Leer | Mateo 4.18-22
15 de mayo de 2015
Ni una sola vez Dios te ha preguntado: ¿qué es lo que quieres hacer?” El Señor no cambia sus planes para satisfacer nuestros propósitos. Por el contrario, nos pide que ajustemos nuestra vida para que se alineen con su voluntad.
Uno de los cambios que siempre nos pide que hagamos tiene que ver con nuestro estilo de vida. Andrés, Jacobo y Juan eran pescadores antes de convertirse en discípulos de Jesús. Sus vidas giraban en torno a los detalles de su ocupación —de las condiciones del tiempo, de la pesca y de obtener alguna ganancia. Pero cuando Jesús los llamó a ser pescadores de hombres, de buena gana y de inmediato hicieron un cambio dramático.
Por el contrario, el joven rico se marchó triste cuando se dio cuenta de lo que tendría que dejar para seguir a Cristo (Mt 19.21, 22). Cuando el Señor nos hace una invitación, por lo general, nos pide que cambiemos nuestra manera de vivir. Ya sea que esto implique cambiar de empleo o modificar algunos hábitos, Dios espera que nos adaptemos a su plan.
Antes de ser invitados a viajar en compañía de Jesús, Jacobo y Juan trabajaban en un negocio familiar con su padre. Decirle sí a Dios significó ver a sus amigos y a sus familiares con menos frecuencia. Seguir el plan del Señor puede significar lo mismo para nosotros. Pero Cristo promete una gran ganancia por cualquier sacrificio que hagamos (v. 29).
Gracias al carácter perfecto del Señor, podemos confiar en la dirección que nos da. Por tanto, ajustarnos a su plan es siempre la acción más sabia que podemos tomar (Pr 3.5, 6). Nunca puedes perder!
La guerra real
Leer | 2 Corintios 10.3-5
14 de mayo de 2015
La estrategia principal del enemigo contra el creyente es el engaño. Sabemos por 2 Corintios 11.14 que Satanás “se disfraza como ángel de luz”. De hecho, Jesús lo llamó “padre de mentira” (Jn 8.44). Por tanto, nuestra mejor arma es la verdad, que nos libra de la esclavitud del engaño (v. 32).
Es difícil evitar el engaño cuando no se está consciente de los planes del adversario (2 Co 2.11). Uno de sus engaños más antiguos, que se remonta al tiempo de Adán y Eva, es la tentación para hacernos dudar de lo que el Señor ha dicho. Hacerlo significa dudar del amor y del carácter de Dios, lo cual nos hace como el soldado que depone su arma cuando se acerca el enemigo —desconfiar de Dios es lo que hace que el creyente sea abatido una y otra vez por el enemigo. Si usted escucha esta voz de duda, le da un punto de apoyo a Satanás. Eso le debilitará, y entonces, él podrá traer más daño a su vida.
Otro astucia del diablo es distraer al creyente. Una distracción es cualquier cosa que le haga desviar la atención de lo que es más importante en ese momento para que te enfrasques en otra cosa, perdiendo así el enfoque. Satanás no utiliza de manera clara cosas pecaminosas o superficiales para desviarnos de nuestra permanencia en Cristo; utilizará incluso cosas buenas para levantar sutilmente un muro de “ruido” en torno a usted para que poco a poco deje de escuchar la voz del Señor.
Ora para que Dios le ayude a identificar cualquier aspecto de tu vida donde puedas ser susceptible al engaño. Él te dará poder para que te aferres a la verdad y camines en libertad.
La victoria sobre la soledad
Leer | Salmo 25.15-22
12 de mayo de 2015
El Señor desea que todas las personas se sientan conectadas a Él, y unas con otras. De hecho, podemos ser consolados rápidamente cuando respondemos de manera sabia a la soledad.
El primer paso es establecer una relación personal con Cristo. No es suficiente con creer que existe. El Señor nos creo con la necesitad de compañerismo; por eso es que relacionarnos con Él nos da sensación de unidad.
Segundo, tenemos que reconocer el hecho de que nos sentimos solos. Algunos cristianos creen incorrectamente que no deben ser susceptibles a los sentimientos humanos normales. Pero la Biblia no dice que no sufriremos de aislamiento emocional. No solamente hombres como David y Pablo, sino incluso el mismo Señor, supieron lo que era el dolor de sentirse abandonados (Sal 25.16; 2 Ti 4.16; Mt 26.40; 27.46).
Por último, debemos tener amigos fieles a Cristo, hermanos que reirán, llorarán y se identificaran con nosotros. Pero, sobre todo, necesitamos amigos que nos encaminen siempre a Dios y que oren por nosotros.
No podemos negar los sentimientos de soledad, ni podemos huir de ellos. Una persona que busca maneras de escapar de tales sentimientos solo aumenta la brecha entre el Señor y ella. Solo hay una manera de cerrar la brecha y vencer la soledad, y es acercándonos al Señor.
Amor supremo
Leer | 1 Corintios 13.1-3
6 de mayo de 2015
No hay valor o expresión humana más importante que el amor. El incomparable tratado de Pablo sobre este tema en 1 Corintios 13 se encuentra intercalado entre dos capítulos que tratan de los dones espirituales. Los corintios se enfocaban demasiado en lucir estos dones, por lo que el apóstol les mostró el “camino aun más excelente” del amor (12.31). Curiosamente, Pablo no hizo ningún intento de definir el amor, sino que describió su importancia y su expresión.
El tipo de amor del que habla Pablo no es de origen humano, sino divino. Es un amor abnegado y sacrificial que actúa en favor de otra persona. Puesto que el Señor quiere transformar nuestro carácter conforme a la imagen de su Hijo, esta prioridad es del todo razonable. En realidad, cada vez que demostramos tal amor por los demás, es cuando somos más como Cristo.
Los tres primeros versículos de este capítulo nos hacen una advertencia. Sin la motivación del amor, todas nuestras buenas obras —incluso el servicio al Señor— no nos sirven de nada. A los ojos de Dios, un espíritu amoroso es más importante que nuestras palabras y que nuestro conocimiento, fe, generosidad y abnegación. Cuando estemos delante de Cristo para ser juzgados por nuestras buenas obras, esas obras hechas por razones egoístas no serán dignas de recompensa.
Todos somos enceguecidos hasta cierto grado cuando se trata de nuestros motivos, por lo que discernir por qué servimos a Dios puede ser difícil. Ora para descubrir las intenciones ocultas de tu corazón y para sustituir cualquier motivación egoísta por el “camino aun más excelente” del amor de Dios. Y así, tus obras serán realmente de valor eterno.
Los retos de perdonarnos
Leer | Salmo 32.1, 2
5 de mayo de 2015
Ayer considerábamos las razones por las que a algunas personas les resulta difícil perdonarse. Demos hoy un vistazo a siete preguntas que debemos hacernos cuando tengamos problemas con la autocondenación.
1. ¿Por qué debo seguir condenándome si el Señor ya me ha perdonado?
2. ¿Está mi autocondenación acercándome a Dios, o me está alejando de Él?
3. ¿Qué bien estoy haciendo al dejar de perdonarme?
4. ¿Estoy dañando mis relaciones con otras personas al condenarme?
5. ¿Mi negativa a perdonarme le causa admiración a Dios? ¿Me considera más consagrado por mi sentimiento de culpa y mi vergüenza?
6. ¿Hay alguna base bíblica para no perdonarme?
7. ¿Por cuánto tiempo tengo la intención de condenarme? ¿Cuál será el resultado final?
Lógicamente, las respuestas a estas preguntas son evidentes. Sin embargo, si se estás autocondenandote, la verdad puede parecerte poco clara.
Por lo general, la única manera de superar tu remordimiento es centrarse en la esencia de quién es Dios y en lo que Él quiere para tu vida. Si estás luchando con la incapacidad de perdonarte, considera sinceramente las siete preguntas anteriores. Léelas en voz alta, y permite que te hablen a tu espíritu. Una buena sugerencia es que inicies un diario o escribas en una hoja de papel tus ideas cuando el Señor te hable. Con toda seguridad enfrentarás cierta lucha intensa en tu corazón al considerar estos puntos —y a medida que Dios reordene los pensamientos que tienes de ti mismo.
Obstáculos para perdonarnos
Leer | Salmo 51.10-12
4 de mayo de 2015
Todo ser humano es pecador. Todos nos enfadamos, cometemos errores y hacemos cosas que parecen fuera de lugar. El pecado es un problema universal, pero Dios ha ofrecido el perdón para todos los que quieran aceptarlo. Sin embargo, a muchos creyentes les resulta imposible perdonarse. ¿Por qué?
Primero, porque nos resulta difícil aceptar el perdón de Dios. El sentimiento de culpa puede llegar a ser tan fuerte que eclipse el regalo del perdón y de la restauración que nuestro Padre nos ha dado. Podemos pensar: lo que he hecho es demasiado terrible. Dudo que Dios pueda perdonarme. Lo cual es un error lamentable.
Segundo, una frustración personal puede evitar que nos perdonemos. Muchas veces tenemos parámetros de conducta y de logros inaccesibles. Cuando no somos capaces de vivir de acuerdo con ellos, quedamos casi paralizados por el desengaño, que puede hacer que parezca imposible ser perdonados.
Tercero, ver los resultados de nuestro pecado puede convertirse en un obstáculo. Es decir, si nuestras malas acciones producen consecuencias, podemos llegar a estar tan cegados por el resultado, que nos resulte difícil perdonarnos. Ver los efectos de nuestro pecado día tras día mantiene vivo en nuestra mente el sentimiento de culpa.
¿Estás albergando remordimientos por un pecado de tu pasado? El perdón de Dios está disponible ahora mismo (1 Jn 1.9). Cristo dio su vida para hacerte libre. Por lo tanto, no te mantengas encadenado voluntariamente por no querer perdonarte a sí mismo por lo que Dios ya ha perdonado (Gá 5.1).
¿Por qué razón oran los creyentes?
Leer | Salmo 103.19-22
1 de mayo de 2015
El reconocimiento de que Dios es soberano provoca algunas preguntas sobre la naturaleza de la oración. Concretamente, muchas personas me han preguntado: “Si el Señor tiene el control, ¿por qué espera que oremos?”
La oración nos lleva a cooperar con lo que Dios ha resuelto llevar a cabo. Él desea involucrar a los creyentes en el trabajo que está haciendo, tanto en el mundo como en sus vidas. Pero la palabra “trabajo” es engañosa cuando se trata de nuestra fe. A diferencia del afán que vemos en el mundo, lo que Dios desea es que confiemos en Él (Jn 6.29), le entreguemos nuestras cargas, madure nuestra relación con Él, y le permitamos que obre a través de nosotros.
En Juan 17.11, Jesús le pidió a Dios que protegiera a los discípulos por el poder de su nombre. ¿Pensaba Él que podían perder su salvación o apartarse de su compromiso? Claro que no. Jesús era Dios en carne humana. Él sabía exactamente lo que iba a suceder, y cómo esos hombres darían a conocer el evangelio y permanecerían fieles hasta la muerte. Pero Jesús estaba involucrándose en el plan del Padre al interceder por ellos.
Dios, por supuesto, puede construir su reino sin nuestra ayuda. Pero orar y trabajar junto a nuestro Señor robustece nuestra fe en su poder.
Hablar con el Dios todopoderoso es un privilegio. El Señor te ha creado a ti para que lo ames, y para ser amado por Él. La oración es la manera como esa conexión se nutre y se desarrolla. Nuestro Padre nos llama a comunicarnos con Él para poder atraernos más cerca de su corazón, e involucrarnos en la edificación del reino.